Hace muchos años, cuando los niños se construían bien, las fábricas de niños estaban en su completo esplendor. Llovían los pedidos por aquí y por allá. Los niños eran empaquetados en su estuche original y enviados a todos los rincones y hogares que los solicitaban. Era un tiempo de prosperidad y desarrollo.
Pero un día las fábricas quebraron. Se había acabado la materia prima y la humanidad comenzó a envejecer.
Ante tal catástrofe a unos cuantos inventores se les ocurrió la genial idea de crear piezas de repuesto para cada una de las partes agotadas del diseño original. Entonces les pusieron fuego por cerebro, hielo por corazón, piedras por ojos y plumas por pies.
Por eso, el hombre moderno, está quemado de la cabeza, trata con frialdad, no tiene ojos para nadie y anda por las nubes.
Los demás, son modelos antiguos, devaluados y casi agotados.