COSTA CHICA

de alma blanca un afro pueblo

Yo estuve por Pinotepa 
buscando el mole más negro 
y encontré la piel más negra 
de Oaxaca y de Guerrero. 

La Costa Chica es muy bella 
y afables sus lugareños, 
con su mar y sus palmeras, 
con su mezcal y sus quesos.  

Tierra caliente que tiembla, 
tiene ríos y potreros, 
tierra de cuscas chilenas 
con vacas y burros sueltos.  

Allí se suda de veras 
y el aguacero es intenso, 
la salsa verde es bien fiera 
y en grande son los festejos.  

Con el "puej" siempre en la lengua 
te hablan todos los costeños 
de Acapulco a Pinotepa 
y de Pinotepa a Puerto.  
   
Con huaraches, con chancletas 
o a pie desnudo en el suelo 
por caminos y veredas 
sale temprano el moreno.  

Oh San Marcos y Marquelia, 
Juchi, Copala y Florencio, 
Oh Cuaji allá en la frontera 
Oh Lo de Soto y Ciruelo,  

Oh Cortijo, Oh Tapextla 
Oh Llano Grande y San Pedro, 
Cacahuatepec y Armenta, 
El Maguey y Rancho Nuevo.  

Voy a extrañar estas tierras 
que tiene el coco más bueno, 
voy a extrañar sus arenas 
y del lagarto sus besos,  

el turbante de la negra, 
la nobleza de sus viejos, 
sus bocinas pregoneras 
y sus marranos corriendo,  

la efusiva escandalera 
que interrumpía mi sueño, 
la mirada más sincera 
y el saludo más ameno.  

Tienen mucho en su pobreza 
y son felices con eso. 
En el Pacífico reina 
de alma blanca un afro pueblo.



LA LLORONA

¡Ay mis hijos!, hoy mis lágrimas destilo
I
¿Dónde están esos retoños de mi vientre,
los pupilos que la historia se llevó,
obituarios de mi pena impenitente,
que hoy enlutan mi ataviado tricolor?

¿Dónde están, esos que son mi bien mayor,
esa carne de mi carne encarnizada,
inocentes que el Mictlán me arrebató,
digna hueste de mi tez tenochtitlana?

¿Dónde está aquella progenie precristiana
con sus flores y sus cantos ejemplares,
el indígena intelecto que hoy extrañan
los cenzontles y los míticos quetzales?

¿Dónde están aquellas musas virreinales,
novohispana y pioneril literatura,
romanceros de perfil latinizante
y los místicos de muy lírica pluma?

¿Dónde está, en esta noche que me abruma,
el mesiánico haz de luz heterodoxo
que ha nacido del Ombligo de la Luna,
de los próceres modernos e ingeniosos?

¿Dónde está el nacionalista valeroso
que guerreaba con la punta del grafito.
Oh, mis hijos, compatriotas apostólicos,
forjadores de revolución e idilio?

¿Dónde están esos sosiegos a mi auxilio,
esas cánulas henchidas de oro puro,
los calígrafos de próvido dominio?
¿Dónde están esos por quienes me deslumbro?

II
Yo soy madre de noctámbulo quejumbro
en la noche de conciencias apagadas.
Yo soy madre, y como madre, mi murmullo
no es maléfico, es ecuánime añoranza.

Yo soy madre milenaria que no alcanza
con lamentos, a aliviar su desconsuelo.
Yo soy madre, y como madre contristada
no concibo resignarme a un hijo muerto.

Yo soy madre con un solo desacierto:
con mis brazos ser la cuna y la mortaja.
Yo soy madre, y como madre, me conmuevo
con la ofrenda de sus vidas. Soy la Patria.

Yo soy madre que no llora al antipatria
sino al héroe, que es la niña de mis ojos.
Yo soy madre, y como madre solitaria
lloro al poeta y escritor, por ellos lloro.

Yo soy madre del valor y del decoro
que cantaron las rapsodias más gloriosas.
Yo soy madre, y como madre, mi sollozo
no se enjuga con el pan de la deshonra.

Yo soy madre de ese nobel que me honra
con su métrica y su prosa apasionada.
Yo soy madre, y como madre me acongoja
que lo maten hoy la amnesia y la ignorancia.

Yo soy madre que ha llorado con constancia
por los cerros de mezquites y nopales,
por los lagos y los ríos echo lágrimas
con auténtico dolor, porque soy madre.

III
¡Ay mis hijos, en la Casa de Dios Padre,
mis amores predilectos tan insignes,
que parece que escribieron para nadie
un legado vasto, arcaico, e ilegible!

¡Ay mis hijos, de valor inconfundible,
es el mal de la incultura su asesino,  
es un crimen condenado a repetirse
por los poetas sin poesía y sin estilo!

¡Ay mis hijos, hoy mis lágrimas destilo
en las páginas de un gélido desierto,
y sacuda a los que duermen, mi suspiro,
y se escriba un nuevo sol sobre mi cielo!

¡Ay mis hijos, por su lira es este duelo,
por los [disque] nuevos poetas, profanada,
como vino nuevo puesto en odre viejo,
como aquel remiendo nuevo en vieja malla!

¡Ay mis hijos, mi clamor que no se acalla
se eternice como vívida leyenda,
y resurja como fénix la palabra
con el ímpetu de ayer en joven letra!

¡Ay mis hijos, mi elegía se perpetra
con la métrica de un llanto arrollador,
con objeto de lograr en la conciencia
no un pesar, una llamada de atención!

¡Ay mis hijos de esta espléndida nación,
que han sabido enaltecerla por los siglos,
mi gemido es un repique de mi amor
en campanas de septiembres! ¡Ay mis hijos!