Si no valoras tu pasado, puede suceder lo mismo con tu presente en un futuro. Si no vivo bien mi presente seré un ser sin historia o con una historia desquiciada...



El pasado remoto no puedo cambiarlo, lo he perdido, lo tuve entre mis manos y se me ha escapado; pero puedo cambiar mi pasado próximo con el instante de mi hoy.

Cuando vives a plenitud cada segundo de tu hoy caminas a un pasado próximo que siempre valorarás.

Nuestro futuro es nuestro pasado próximo y se construye en el presente. Hasta la mínima coma que proyectes se imprime para siempre.

Si eres un ser que camina hoy hacia el futuro podrás corregir en tu presente las letras de tu pasado.

¿Y qué pasa con los errores? En todo sistema hay errores... los errores no son fallas, son herramientas... sólo hay que saber usarlas.
El pasado próximo puede entenderse de dos maneras: el pasado que está por llegar y el pasado más cerca de mi hoy. Parecen la misma cosa y sin embargo hay una gran diferencia.


El pasado próximo como algo acontecido es un pasado remoto que ya no puedo cambiar y que por muy fresco que esté, escapó de mis manos. Sólo puedo cambiar mi pasado próximo como suceso posible, como realidad futura que rápidamente se hará remota.

¿Cómo hablar de cambiar algo que no ha sido aún? Parece impropio utilizar este término. Pensemos en un edificio que antes de ser una realidad, de poder contemplar la obra terminada y agotar su existencia, lo fue de alguna manera en la mente del arquitecto antes de colocar la primera piedra. Estuvo después más próximo de serlo al plasmar estas ideas en un plano. Y mucho más aún al levantar el primer piso... ¿Qué hubiera pasado si poco antes de concluir la obra se hicieran algunos ajustes al proyecto? Puede cambiarse (de alguna manera) algo que aún no sucede, cuando se cambia la elección en un indeterminado número de posibles. A eso me refiero con cambiar el pasado próximo.

Intentemos explicarlo con nuestra limitada gramática. Utilicemos el verbo modal "Amar".

Si amé o no (pasado remoto), eso ya no puedo cambiarlo. En mi pasado próximo tengo las opciones que me brinda el subjuntivo y que están en lo posible: que Ame, o no Ame; eso aún no lo decido... si decidiera amar entonces mi pasado próximo está marcado ya por una decisión futura: Amaré, que tendré que comenzar a construir hoy con el gerundio: Amando. Pero puedo cambiar este pasado próximo si de repente cambiara de decisión y eligiera no amar. Mi futuro es el subjuntivo, tiene varios posibles; en este caso, que Ame o que no Ame. Mi pasado próximo está marcado por una elección: Amaré o no Amaré y que construyo segundo a segundo con el presente continuo: Amando o no Amando.

Mi pasado remoto es así, no por causa de las posibilidades que se me presentaron, sino como consecuencia de las decisiones que tomé. El pasado remoto no puedo borrarlo, pero sí puedo adornarlo con el pasado que un día también será remoto y que hoy es algo próximo.

Si miro bien hacia delante ya no necesitaré nunca más mirar hacia atrás. Todo lo que habrá atrás puedo verlo hoy adelante.

Los indecisos son los que más tropiezan, pues siempre están mirando hacia atrás. Los decididos son orgullosos y problemáticos, pero son los más adelantados y a los que muchos siguen.

Jesús, el Cristo, sabía el cáliz amargo que le esperaba, porque él mismo lo buscó y eligió beberlo. Yo puedo decir: "Aparta de mí este cáliz", pero si ya decidí beberlo nadie podrá impedirlo, sólo yo, con mis decisiones.

El pasado próximo es más mío, porque me ocupa y me define... Pensemos en un hombre que la mayor parte de su vida vivió en la virtud, pero que al final, por una situación determinada decide convertirse en un maleante. Su pasado remoto quedará oscurecido por el pasado próximo. Ya no recordarán al hombre virtuoso, sino al nuevo maleante. De manera similar a la inversa: alguien que la mayor parte de su vida fue maleante y de un momento a otro decide caminar en la virtud. Aunque haya un pasado remoto turbio y vergonzoso, ha construido con su decisión un pasado próximo que poco a poco lo irá definiendo como un hombre bueno y reformado.

La justicia es ciega, no puede ver hacia delante, sólo se guía por la memoria, y la memoria está en el terreno del pasado remoto. La misericordia, en cambio, sólo mira al frente, no tiene memoria. Pero tampoco mira al futuro que también ofrece condenación, sino al pasado próximo que por más futuro que parezca, tiene la fuerza de una decisión presente. Por eso en Dios, justicia y misericordia se identifican, porque Dios es un eterno presente. No porque no tenga la capacidad de conocer el pasado y el futuro (Él es el Alfa y la Omega, el Ayer, el Hoy y el Siempre, el que Era y Será), sino porque lo que en realidad importa (y eso lo enseñó Jesucristo) es que Él es el Ahora, el Ya, el que Es.

Cristo vendrá como un ladrón en la noche, no a llevarse lo que tuviste alguna vez o lo que podrías llegar a tener, sino a llevarse lo que en realidad tienes ahora. Eso es lo que hacen los ladrones ¿no?

Pero digamos, que junto a mi presente, "amarrado" con una cuerda fina e imperceptible, hay un trozo de pasado y de futuro que llevo siempre a cuestas. Ése es mi Pasado Próximo.