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No es una pluma cualquiera |
Había una vez, un Rey que gozaba de gran prestigio y fama por sobre todos los reinos vecinos. Había logrado derrocar a bárbaros y asesinos, estableciendo un tiempo de paz y prosperidad. Las arcas nunca estuvieron tan rebosantes como entonces. Era un Rey muy bueno en el arte de gobernar… bueno para el intercambio comercial, bueno en la conquista de nuevos territorios, bueno en la administración de los bienes… y sobre todo, bueno y correcto al aplicar la justicia. Al menos todo esto se escuchaba en los pasillos del palacio.
Pero mientras él sabía empuñar el cetro, debía su éxito a la ávida destreza de su mano derecha: el escribano real.