No es una pluma cualquiera

Había una vez, un Rey que gozaba de gran prestigio y fama por sobre todos los reinos vecinos. Había logrado derrocar a bárbaros y asesinos, estableciendo un tiempo de paz y prosperidad. Las arcas nunca estuvieron tan rebosantes como entonces. Era un Rey muy bueno en el arte de gobernar… bueno para el intercambio comercial, bueno en la conquista de nuevos territorios, bueno en la administración de los bienes… y sobre todo, bueno y correcto al aplicar la justicia. Al menos todo esto se escuchaba en los pasillos del palacio.

Pero mientras él sabía empuñar el cetro, debía su éxito a la ávida destreza de su mano derecha: el escribano real.



Erase una vez, una loca

Erase una vez, una loca que vivía debajo de un puente en una colosal ciudad. Cada mañana comenzaba muy temprano sus andanzas por las calles recogiendo algún que otro trofeo de entre la basura. Portaba muy elegantemente -a pesar de sus harapos y desaliñados cabellos- unos audífonos bien adheridos a sus sucias orejas. Hablaba sola, tal vez tarareaba las canciones que escuchaba; su mirada se perdía entre sus pasos y sólo alzaba la cabeza para quejarse con el cielo por la lluvia o el fuerte sol. Todas las noches volvía al puente para pernoctar. Su única compañía eran las ratas.

 
un pájaro gigante llegó a la región

Había una vez un reino que estaba delimitado por unos gigantescos muros de piedra y en el que se vivía en completa felicidad y armonía. Nadie se cuestionaba el porqué de los muros, pues todos eran felices en aquél reino.

En una ocasión, un pájaro gigante llegó a la región y se llevó por los aires a un pequeño niño de la comarca. Entonces todos comprendieron que tras los muros había un mundo lleno de peligros y de completo infortunio. La gente hablaba de temerarios monstruos en ese mundo desconocido y la historia del niño se contaba en toda la villa, hasta que llegó a convertirse en una leyenda. Amaron más y más a aquellos muros que los defendían del amenazante mundo exterior, por lo que año con año los reforzaban y hasta embellecían.

las fábricas de niños estaban en su completo esplendor

Hace muchos años, cuando los niños se construían bien, las fábricas de niños estaban en su completo esplendor. Llovían los pedidos por aquí y por allá. Los niños eran empaquetados en su estuche original y enviados a todos los rincones y hogares que los solicitaban. Era un tiempo de prosperidad y desarrollo.

Pero un día las fábricas quebraron. Se había acabado la materia prima y la humanidad comenzó a envejecer.

Su sueño, entonces se había hecho eterno
Había una vez, al otro lado del mar, en una tierra sin nombre y sin futuro, un pequeño soñador que siempre veía sus sueños realizarse.

Cada cosa que soñaba al día siguiente se cumplía; fuera bueno o malo, lindo o feo, dulce o áspero, deseado o no. Todo se cumplía al detalle. Era como un visionario.

sintióse humedecida por un cause lagrimado

Su voz no hacía más que contemplarme...
como de espanto y de sudor.
Yacía casi inmóvil y llena de rabia,
y de hambre,
y de enjutas alegrías.

Miró salirme del silencio.

Su voz,
que ahora hacía entrever el polvo y la fatiga
sintióse humedecida por un cause lagrimado
y escondido, donde suelen esconderse
su limosna y sus harapos.